20090912

No pido más de mi



Capital, Capítulo 2


Mordisqueo mis uñas mientras pienso que aún no tengo un título para esta nueva entrada. Suelo empezar por ahí, lo demás viene rodado hasta aburrir. A su vez, comienzo a divagar sobre los distintos significados para el vocablo “boca”. Aguanto despierta por necesidad, no estoy muy inspirada.


El barrio de La Boca en Buenos Aires, es toda una entrada y salida de sueños, imágenes, recuerdos, qué se yo. La música que embriaga, el músico embriagado, la pareja que saca unos mangos bailando tangos. La multitud es sólo una parte más del ambiente, el color de la gente, su fulgor creciente. En una fachada, derepente tonalidades ascendentes , se mezlcan con las ramas, bendito amarillo otoñal.
Diez pesos, tres posturas, centenar de fotos. Huele a asado a precio turístico. No tengo visión, o eso dice “él”. Prefiero dejarme visionar por ese instante. Evita, El Che, un futbolista venido a menos e idolatrado y entonces el vendedor que tras una llama (el animal, claro) te hace aclamar los pañuelos que no supiste por desgana regatear.


El callejón vacío gira de vicio para abandonar el Estadio a su estado. No sé lo que digo. La seguridad no acompaña y un taxista empaña mis gafas de rencor y temeridad. Pero el Puente de la Mujer se levanta en este puerto. Calatrava podría haberse esmerado más. La fragata que se posa en su regazo hace caso omiso de la procesión que la quiere ver zarpar. La Semana Santa no se siente tanto, pero yo oigo saetas y tambores respirar.

Las croquetas de pollo no bajan en el Cementerio, y la tumba de Evita tiene menos visitas que la de Alfonsín. No hacemos ruta turística, mejor bajar la vista, imaginar sombras y películas y fotografiar.

Los puestos ambulantes y abundantes te acaban haciendo picar. Me voy con mis plumas a otra parte, piso al Che, veo la Flor y la que podría haber sido mi Facultad. Bellas Artes está cerrado, ya ví a Monet, Van Gogh, Picasso, una pena, otra vez será.

Y entonces a arreglarse, que una cena nos espera, cantante y show de danza regional a la luz de las velas, es la melodía que acompaña al manjar. Carne y vino tinto, rosado, don pedro y champagne. Una larga caminata, bromas para el recuerdo y la eterna búsqueda de un Paco que aún no sé si logramos encontrar. Aquella actriz asustada y las caras al despertar.

Atracciones de timos varios. Llamaron a ésta, Jardín Japonés Botánico. Las compras son poco fructíferas hasta que Frida y Marilyn me alegran la vida. Y al final del trayecto un vestido, que para una boda, como anillo al dedo.

Fantasmagórica obra que ya había visionado. Lejana imagen y misma magnitud de decorados. Aquella vez fue gigante, y esta vez inmenso. “No pido más de tí”. Tampoco pido más de mi, que conservar estos recuerdos. Ya tengo título.


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